Con motivo de las últimas elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid, por candidatos conservadores se utilizó el lema de “comunismo o libertad”, o también “socialismo o libertad”, que bien se podría reconducir a la alternativa “comunismo versus liberalismo”, que se propone como tema de debate.
Se hace así un uso retórico de unas palabras con una fortísima carga ideológica para una audiencia masiva, tratando de suscitar en muchas personas las más elementales emociones negativas frente a aquello que se considera lo más indeseable o abominable desde un punto de vista político. Se produce un reduccionismo verbal que hace muy inteligible el conflicto político subyacente para la mayoría de los electores. Y con esa gran simplificación los políticos actúan al modo como las religiones han venido haciéndolo durante siglos, dividiendo entre nosotros y ellos, entre los buenos y los malos, entre los amigos y los enemigos, sin permitir el más leve matiz racional. Se da preeminencia a la crítica negativa del contrario, a resaltar sus defectos, sin aportar soluciones constructivas, todo ello fuera de la más elemental racionalidad.
Este modo de proceder suele ser bastante efectivo para los intereses de los políticos en campaña electoral, porque se hace desaparecer el nivel racional en los debates políticos y se superpone lo emocional, incluso lo irracional. Todo se convierte en una caricatura, en un tebeo, que no tiene la menor complejidad.
Es por esto por lo que el tema en examen necesita una perspectiva más racional, más filosófica, que no sea tan simplificadora y que dé a cada concepto un significado más elaborado.
El liberalismo, cuando se refiere a la libertad sin más, enfatiza el hecho de que toda persona pueda dedicarse con libertad a cualquier actividad que le interese, o a que elijan el tipo de vida que quieren, el modelo sanitario o el modelo educativo de sus hijos, o a no tener que soportar la regulación del precio de los alquileres o una subida de impuestos, porque el exceso de burocracia y de impuestos acaba con la libertad y con el incentivo del emprendimiento.
Se acoge así un concepto de libertad individual, como atributo de cada ser humano para autodeterminarse y decidir lo que en cada momento desea, ejercitando la libertad de empresa o escogiendo sin trabas el centro sanitario o educativo para sus hijos, por ejemplo.
Hay otro concepto de libertad no tan individualista, que enfoca la libertad desde un punto de vista social cuando se proyecta en beneficio de los demás, o sea, de la sociedad, de manera tal que el ejercicio de la libertad individual no puede prevalecer cuando choca con los derechos de otros individuos libres o con el bien común.
John Stuart Mill expresó una idea bastante acertada de hasta dónde debía llegar la libertad del individuo y hasta dónde la autoridad que la sociedad podía ejercer sobre él en “Sobre la Libertad”: «En la parte que concierne meramente a uno, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano. La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiera a los demás». Es decir, la libertad individual debe ser limitada cuando con su ejercicio se perjudica a los demás.
Esta configuración de la libertad se tradujo un siglo después en el artículo 4 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: «La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos. Estos límites sólo pueden ser determinados por la ley».
Y esto nos lleva a un concepto más elaborado de libertad, cuando se conecta con las ideas de igualdad y de justicia, que son las que garantizan la libertad de los demás miembros de la sociedad. La libertad, la igualdad y la justicia son considerados en el artículo 1 de la Constitución Española de 1978 como los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico.
Y la libertad así entendida queda inmediatamente vinculada a la igualdad de oportunidades. La libertad de elegir centro educativo o sanitario (público o privado), la libertad de emprendimiento o de ocio, depende de manera directa de las condiciones socioeconómicas de cada ciudadano. La libertad es sólo una cara de la moneda, con otra cara que es la igualdad, pues sin igualdad real y efectiva la libertad deja de ser tal para una buena parte de la sociedad, para los más desfavorecidos.
Es decir, el ejercicio de la libre determinación en perjuicio de los demás, o en menoscabo de sus derechos o de su dignidad, no se amolda al orden democrático y social que proclama nuestra Constitución, donde el respeto a la dignidad y a los derechos de los demás (de acuerdo con la ley) se configura como fundamento del orden político y de la paz social. Libertad individual sí, pero sin hacer daño a nadie y procurando que todos tengan las mismas oportunidades. [Ver sobre todo esto, con mucho más detalle y autoridad, http://ethic.es/2021/06/es-la-cuestion-la-libertad-ayuso/].
A partir de aquí, cuando se utiliza la palabra comunismo, podemos pensar en algunos regímenes políticos que hay o ha habido en el mundo (Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Unión Soviética, etc.), pero también podemos referirnos al comunismo que actúa y respeta nuestras democracias, concediendo prioridad a lo público o enfatizando el principio de igualdad. En este segundo sentido, no se puede considerar el comunismo como un peligro para la democracia, porque no se opone a ella, sino que pretende mejorarla así como conseguir el mayor bienestar para el mayor número de personas.
El comunismo trata de promover que todos puedan hacer eso mismo sin toparse con los obstáculos que habitualmente lo impiden a un buen número de personas. Es decir, el comunismo dentro de las democracias trata de dar a todos la oportunidad de poder hacer lo que les interese, ayudándoles a superar las dificultades que se lo impiden. El que finalmente lo consigan o no, o el que, pese a lograr evitar esas dificultades, no apliquen el máximo esfuerzo en conseguir esos objetivos, esto es algo que ya está fuera de la idea comunista en democracia, que lo único que pretende es que todos puedan conseguir en libertad sus proyectos o sus sueños. Y esto es así a diferencia del liberalismo, que sí suele pedir cuentas del apoyo dado a quienes tienen menos recursos económicos, a fin de controlar si han aplicado el esfuerzo adecuado y si han conseguido los resultados perseguidos, no volviendo a dar una nueva oportunidad a quien no ha hecho un buen uso de la ayuda recibida.
Carlos Climent
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